La semilla del higo sagrado: una denuncia artística de la opresión

Por N. Vidyashankar

En el Festival de Cine de Cannes de 2024, la última película del cineasta iraní Mohammad Rasoulof, La semilla del higo sagrado, atrajo amplia atención no solo por su mérito cinematográfico sino también por el atrevido contexto de su creación. Rasoulof, un director experimentado conocido por sus películas con carga política, creó este proyecto bajo un riesgo inmenso, ya que recientemente escapó de Irán para evitar otra sentencia de prisión. La gran ovación que recibió en Cannes no fue sólo por la película sino también por la valentía que representa. La semilla del higo sagrado tiene como telón de fondo las protestas de 2022 en Irán, provocadas por la muerte de Mahsa Amini, una joven arrestada por usar incorrectamente su hijab. La película cuenta la historia de Iman (interpretado por Misagh Zare), un funcionario que acaba de ser ascendido a investigador judicial. Este papel lo alinea con el régimen opresivo de Irán. Su esposa, Najmeh (Soheila Golestani), y sus hijas, Rezvan (Mahsa Rostami) y Sana (Setareh Maleki), se ven arrastradas a una vorágine de tensión política y personal mientras el país que los rodea estalla en disidencia. La narrativa explora las fracturas dentro de la familia de Iman como su nueva posición. los somete a un escrutinio cada vez mayor. Su ascenso, destinado a proporcionar mayor seguridad, en cambio amenaza su estabilidad, ya que exige lealtad a un régimen que se está volviendo cada vez más brutal. La historia captura la atmósfera opresiva de una sociedad donde ni siquiera se puede confiar en los lazos familiares, mientras las presiones del gobierno autoritario se infiltran en todos los aspectos de la vida.

El papel de Iman le exige tomar decisiones rápidas en casos que a menudo terminan en sentencias de muerte. Mientras tanto, sus hijas, que simpatizan con los manifestantes, se ven envueltas en los mismos disturbios que Iman tiene la tarea de reprimir. La desaparición del arma reglamentaria de Iman, un símbolo de su autoridad, se convierte en un punto focal del desmoronamiento de la familia, empujándolos al borde del abismo a medida que las sospechas y los secretos salen a la superficie. La película de Rasoulof es profundamente política, pero es la historia personal de la familia de Iman lo que hace que la narrativa sea tan convincente. La tensión entre los deberes de Iman y las creencias cambiantes de su familia refleja el conflicto social más amplio. Sus hijas, expuestas a perspectivas globales a través de las redes sociales, comienzan a cuestionar las narrativas que han dominado sus vidas. Najmeh también comienza a ver a través de las grietas de la propaganda del régimen al enfrentar las duras realidades que defiende la posición de su marido.

A medida que las protestas se intensifican, la película retrata las medidas cada vez más desesperadas tomadas por el régimen para mantener el control, lo que refleja el costo real del poder en un entorno así. La paranoia de Iman, impulsada por el arma perdida, conduce a una serie de enfrentamientos con su familia que, en última instancia, destrozan la estructura misma de sus vidas. La Semilla del Higo Sagrado es más que una simple película; es un acto de resistencia. La decisión de Rasoulof de rodar la película en secreto, bajo amenaza de un castigo severo, pone de relieve el coraje y la determinación necesarios para decirle la verdad al poder en Irán. La existencia misma de la película es un testimonio de la resiliencia de quienes continúan luchando por la libertad de expresión frente a una opresión abrumadora.

La metáfora del higo sagrado, una planta parásita que asfixia lentamente a su huésped, sirve como una poderosa alegoría del control del régimen sobre la sociedad iraní. Así como el higo eventualmente supera al árbol anfitrión, también el régimen busca dominar todos los aspectos de la vida, dejando poco espacio para la disidencia. Sin embargo, la película de Rasoulof también sugiere que esta dominación no es absoluta y que las semillas de la resistencia, como las del higo, pueden extenderse y crecer de maneras inesperadas. Desde una perspectiva técnica, La semilla del higo sagrado está elaborada con maestría. La dirección de Rasoulof es a la vez sutil e impactante, y guía al público a través de la creciente tensión con mano firme. La cinematografía de Pooyan Aghababaei realza la sensación de claustrofobia de la película, utilizando tomas estrechas y cámara en mano para transmitir la creciente inquietud de los personajes. El uso de imágenes reales de protesta añade una calidad cruda, parecida a un documental, que contrasta marcadamente con la refinada propaganda del Estado, subrayando la marcada división entre la realidad y la narrativa oficial.

Las actuaciones son uniformemente sólidas, con Misagh Zare ofreciendo una interpretación particularmente escalofriante de Iman, cuya compostura inicial se deshace lentamente a medida que aumenta la presión. Najmeh de Soheila Golestani es igualmente convincente y captura la fuerza silenciosa de una mujer que, aunque inicialmente dócil, comienza a cuestionar el mundo que la rodea. Juntos, el elenco da vida a las intensas luchas emocionales e ideológicas que definen la película. La semilla del higo sagrado es una película oportuna que ofrece una mirada aleccionadora a las realidades de la vida bajo un régimen opresivo. Es una película que se niega a rehuir las duras verdades de su tema, pero también encuentra momentos de humanidad y esperanza en medio de la oscuridad. La voluntad de Rasoulof de afrontar estos problemas de frente, incluso asumiendo un riesgo personal significativo, hace que esta sea una de las películas más importantes que han surgido de Irán en los últimos años.

A medida que la película gana atención internacional, también sirve como recordatorio de las luchas actuales que enfrentan los habitantes de Irán y otras sociedades represivas. El trabajo de Rasoulof subraya la importancia de la expresión artística como forma de resistencia, y su película sirve como una poderosa declaración contra las fuerzas de la censura y el control. La Semilla del Higo Sagrado no es sólo una película; es un acto audaz de desafío, una declaración artística poderosa y una exploración conmovedora del costo humano de vivir bajo la tiranía. Mohammad Rasoulof ha elaborado una obra que habla no sólo de las circunstancias específicas de Irán sino de la lucha universal por la libertad y la dignidad. Su mensaje resuena mucho más allá de las fronteras de su entorno.

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